viernes, 1 de julio de 2011

MACBETH DE UR TEATRO

O cómo convertir a los Oompa Loompa en un pelotón de fusilamiento disfrazado de Doctor Watson.


El comienzo era prometedor, una puesta en escena interesante, proyecciones, iluminación cuidada y efectista, ¿dónde está el problema? En todo lo demás…
Estoy cansada de las versiones de Shakespeare culturetas en la que se presupone que el espectador sabe lo que va a ver, es más, es un erudito en la materia y ha hecho un estudio dramatúrgico previo para ver el montaje, o eso deben pensar los artífices de tamaño recorte textual porque es difícil de entender para un lego en la materia. Merece una mención especial el complejo de Niki Lauda que les ha entrado a todos los actores a la hora de decir el texto, vamos, que si no conoces la obra y además vas un poco espeso saldrás preguntándote si tu sinapsis funciona correctamente. La interpretación que acompaña a la verborrea meteórica no tiene tampoco mucha disculpa y es que es tan forzada, apretada y barroca que te dan ganas de ahogarte por ellos para evitar tanto sufrimiento. No tiene coherencia, ni siquiera es capaz de llegar al espectador tanta ¿carga dramática?, no hay evolución en los personajes, están tan desdibujados debido a las prisas y la compresión que uno empatiza menos con ellos que con un mejillón abierto al vapor. Viven desesperados de principio a fin, sus dudas, de haberlas, se esfuman en un parlamento, todo es excesivamente dramático, plano y desestructurado pero aburridamente inerte, hasta a los propios actores les puede tanta “intensidad” sin sentido y los últimos 25 min. son una caída en picado.
Todavía me estoy preguntando por qué el actor que encarna a Macbeth ha sido elegido ( o se ha elegido) para tal exhibición, no tienen razón de ser sus cambios tonales ( cuándo se darán cuenta que actuar parte de la lógica del texto, de la materialización de la palabra en un hecho racional que se transforma en emoción por el puro arte del ENTENDIMIENTO). El que lo ve, al que se supone que va dirigido sólo empatiza si lo entiende, sólo se involucra si siente que cualquiera puede estar en esa situación, si se plantea el conflicto como suyo propio, ¿pero esto les parece importante a los actores de este Macbeth? Obviamente no , es un simple y placentero acto onanista, sobre todo para un actor que ha diseñado también el espacio escénico a su imagen y semejanza, al que se ha dado tanto protagonismo que se ha descuidado todo lo demás. La escenografía siempre debería estar al servicio de la interpretación y no al contrario.
Qué decir de lady Macbeth, icono de la ambición femenina transformado en un fantasma que se presenta vestida de criada (¿Qué ha pasado Cornejo?) que trata a su marido como a un hijo tonto y que rápidamente se diluye en la loca del candil que muere sin pena ni gloria, bueno te enteras de la muerte si estás atento porque es un parlamento que se derrama con tanta rapidez que ni el afligido viudo es capaz de digerir.
De la chica convertida en chico solo diré que en la escena de la playa es una suerte de charlot de gestualidad pasmódica anclada a un bastón (supongo que para paralizar su aleteo constante) que resulta, como personaje, un tanto ridículo y al margen del elenco que le rodea.
No entiendo esta afición al travestismo más allá del puro toque exótico sin más pretensión que seguir haciendo gazpacho con los ingredientes del maltratado Shakespeare, no aporta NADA.
He dejado deliberadamente para el final al coro de voces graves porque se merecen poner la guinda al pastel. He de decir en su defensa, a pesar del ridículo atuendo, que dan el toque de relax a la función, cantan despacio (¡por fin!) y ocultan en ocasiones los apretadísimos y angustiosos parlamentos de los actores que, por otra parte, son innecesarios para todos los sesudos estudiosos de las tragedias de Shakespeare allí presentes.
Que atmósfera zarzuelera tan poco apropiada para las torturadas almas de los Macbeth, cuánta ropa (con bufanda y bombín) para los secuaces de Holmes que parecen seguir todos muy juntitos al flautista de Hammelin en sus entradas y salidas (por suerte para el ritmo desenfrenado de la acción, no tienen cojito).
En definitiva mucho aplauso final agradeciendo haber terminado con su sufrimiento y con el nuestro.